‘Antidisturbios’ no es realista

¿Los policías retratados por Rodrigo Sorogoyen son los únicos de España que no tienen una opinión política?

El comportamiento electoral del barrio madrileño de Chamberí es paradigmático. En un distrito claramente conservador, en ese gran mapa azul que representa las continuas victorias del Partido Popular, hay una isla de color verde: la Dirección General de la Guardia Civil. Allí gana Vox. Pero, ojo, la radicalización política no atañería solo a la Benemérita.

Hace tres años se hicieron públicos los mensajes de WhatsApp que un grupo de policías municipales de Madrid le dedicaba a la entonces alcaldesa Manuela Carmena. “Lo que es terrible es que ella no estuviera en el despacho de Atocha cuando mataron a sus compañeros. Qué vejestorio más despreciable”, escribía uno de los agentes. “Que se muera la zorra vieja ya”, podía leerse en el chat que incluía a más de 100 policías locales. “Hija de la grandísima puta roja de mierda mal parida”, continuaban diciendo, antes de desearle “una muerte lenta y agónica”. ¿Son guardias civiles y policías municipales de Madrid los únicos cuerpos de seguridad en los que cada vez hay más agentes políticamente escorados a la ultraderecha? ¿Qué pasa con la Policía Nacional? Pues más o menos lo mismo.

Como recuerda Óscar F. Civieta en su pormenorizado estudio sobre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (disponible en el próximo número de la revista La Marea), Jusapol arrasó en las últimas elecciones al Consejo de la Policía, celebradas en junio de 2019. El polémico sindicato policial obtuvo el 58,4% de los votos. Aunque se definen como “apolíticos”, a sus manifestaciones acuden habitualmente miembros de Vox en apoyo a sus reivindicaciones. ¿Una casualidad? A simple vista, no lo parece: una decena de policías afiliados a Jusapol fueron expedientados por el Ministerio del Interior por participar en un escrache frente a la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero, el pasado marzo.

Podríamos seguir poniendo ejemplos, pero vayamos al fondo de la cuestión: ¿son los agentes retratados en Antidisturbios los únicos de España que no tienen una opinión política?

Una serie espléndida

La serie creada por Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña es un producto televisivo espléndido. Eso es indiscutible. La trama, basada en una investigación del departamento de asuntos internos, mantiene el suspense de principio a fin. Y seguramente sea imposible rodar mejor una escena como la del desahucio con la que se abre la historia, un prodigio de tensión que corta el aliento.

El magistral trabajo de su reparto contribuye a la verosimilitud de la serie, un detalle (el de verosimilitud) que ha sido muy alabado por la crítica. Al final, más que una intriga apasionante o unas escenas de acción maravillosamente rodadas, son los actores y las actrices los que hacen la magia, aquí como en cualquier película u obra de teatro. Ellos y ellas lo sostienen todo. Y el recital que los intérpretes dan en Antidisturbios es impresionante.

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Los protagonistas de Antidisturbios durante el rodaje de la inquietante secuencia de la cena. / Imagen de MOVISTAR+

Hay una escena en la que los agentes (Raúl Arévalo, Álex García, Hovik Keuchkerian, Roberto Álamo, Raúl Prieto y Patrick Criado) están cenando en un restaurante y el alcohol y la testosterona convierten esa reunión en una pesadilla. Esa escenificación de la masculinidad tóxica, en la que el ambiente se hace absolutamente irrespirable, recuerda a obras portentosas como Glengarry Glen Ross o Smoking Room. Y demuestra que el del actor es un oficio gregario: todos se crecen, impulsando la interpretación de los otros, elevando a los compañeros, apoyándose entre sí. ¿Una nota para el reparto, del uno al diez? Diez, sin duda.

Dicho esto, en Antidisturbios hay una omisión palmaria y premeditada. Un agujero de guion. Un hueco que amenaza con desequilibrar una narración que ha sido unánimemente aplaudida por su realismo. Si te metes a fondo en la historia es fácil que pase desapercibida, y de hecho así le ha ocurrido a mucha gente, lo que es una demostración de la habilidad y el pulso de Sorogoyen para rodar thrillersEsa pieza que falta, ya lo han adivinado, es la ultraderecha.

La policía se siente injuriada

Antidisturbios ha recibido muchas críticas por parte de los sindicatos de policía. Dicen que da una mala imagen del cuerpo. Jusapol, incluso, hizo un llamamiento para que se boicoteara la serie. “Es una auténtica basura”, han llegado a decir. Ya se sabe cómo acaban estas cosas: en éxito arrollador.

Pero la serie podría haber sido mucho más dura de lo que es. De hecho, el mensaje que transmite al final es: “Bueno, son un poco macarrillas, pero en el fondo son buenos muchachos. Los jefes los lían y acaban cometiendo un error. ¿Pero quién no comete un error en su trabajo?”.

Estos antidisturbios de ficción solo ejercen la violencia desmedida en una ocasión: cuando los ultras de un equipo de fútbol casi matan a palos a un compañero. Un acto de venganza que encaja perfectamente en una narración cinematográfica. Pero la vida real es otra cosa y la brutalidad policial se da en otros marcos menos maniqueos o peliculeros.

Quienes esperen ver en Antidisturbios el ojo reventado de un manifestante por una pelota de goma no lo harán. Quienes crean que hay agentes que dan cabezazos con el casco puesto a detenidos que están esposados tendrán que buscarlo en la prensa. Eso no aparece en esta serie.

Habrá quien disculpe estas omisiones diciendo que no todo cabe en una narración, que hay que elegir, y que la ficción necesita tomarse ciertas licencias para funcionar. Una de estas licencias, criticada expresamente por la propia policía, es que dentro de una misma furgona coincidan seis agentes tan peculiares: el arrepentido, el divorciado, el deprimido, el corrupto, el acosador sexual y el iracundo. Hay sitio para todos esos perfiles menos para el ultraderechista, una figura que evidentemente no representa a todos los miembros de los Cuerpos de Seguridad del Estado pero que sabemos que existe. Pero aquí no está.

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Escena del desahucio con el que arranca la trama de Antidisturbios. / Imagen de MOVISTAR+

Tampoco sería justo decir que Sorogoyen elimina todos los signos fascistas, pero los sitúa al fondo, prácticamente escondidos. Hay un plano de menos de un segundo del techo de la furgona en el que se ve una pegatina de una bandera de España con el águila preconstitucional. Eso es todo. Si parpadeas te pierdes esa información. También se ve que los antidisturbios tienen decorado su despacho con diversas banderas y bufandas de hinchas radicales en teoría alejadas de lo que sería su ideología más obvia. Están la bandera de Euskal Presoak Euskal Herrira y la bufanda de los Celtarras, por ejemplo. Tras unos momentos de desconcierto, el público entiende que se trata de trofeos logrados en sus intervenciones.

Silencio en medio del procés

La ausencia casi total de política en la serie contrasta con su marco temporal: se nos deja claro, a través de la tele y de la radio que ven y oyen los protagonistas, que estamos en los momentos más álgidos del procés, meses antes del 1-O de 2017. En España no se hablaba de otra cosa. ¿No tienen estos policías absolutamente nada que decir al respecto? ¿Ni un comentario? ¿Ni una crítica? No, no la hay. Es más: en la serie aparece el tristemente famoso barco de Piolín atracado en el puerto de Barcelona y los agentes que se acercan a él lo hacen como lo haría un cartero ante un buzón. Esta gente hace su trabajo, parece decir la serie, sin meterse en movidas políticas.

No cabe todo, de acuerdo. La serie se centra en otra cosa, vale. ¿Pero no dicen nada? ¿Ni un comentario al vuelo? ¿Hay tiempo para verlos emborracharse y esnifar cocaína pero no para que verbalicen, digámoslo educadamente, su compromiso con la unidad de España? ¿Hay charlas de vestuario completamente intrascendentes sobre las botas que usan los miembros de la unidad pero no tienen ni una frase para el procés? ¿Ni una sola? ¿En serio?

Parece que Sorogoyen, a la hora de retratar a sus policías, ha hecho caso a Facu Díaz y Miguel Maldonado y no ha querido meterse “en política”. Sus razones (seguramente comerciales) tendrá.



Manuel Ligero

La Marea

Créditos a la foto de cabecera: Una escena de la serie Antidisturbios. / Imagen de MOVISTAR+

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