Chile: el largo camino hacia una nueva constitución

Hace un año, Chile estallaba para protestar por un modelo neoliberal heredado de la dictadura. Este 25 de octubre comienza oficialmente el proceso para dotar al país de una nueva constitución, sin líderes ni partidos que consigan adueñarse de un movimiento nacido desde abajo.

25 de octubre. Esa es la fecha marcada desde hace tiempo en el calendario de la ciudadanía chilena. Este domingo tendrá lugar la primera etapa de un proceso que comenzó hace un año en las calles de Santiago y presumiblemente acabará con un nuevo texto constitucional. Hasta que el país se dote de una nueva Constitución, quedan otras dos citas electorales además de la del domingo, donde los chilenos acudirán a las urnas únicamente para votar si aprueban o rechazan la redacción de una nueva constitución, y el tipo de órgano que se encargará de su redacción.

Dos papeletas para dos preguntas. La primera de ellas es sencilla, y es la que da sentido al resto del proceso: “¿Quiere usted una Nueva Constitución?”. Si vence la opción “apruebo” el proceso seguirá adelante, pero si vence el “rechazo”, ni siquiera la segunda papeleta que los chilenos introducirán en la urna el domingo tendrá sentido.

Esta segunda papeleta pregunta: “¿Qué tipo de órgano debiera redactar la nueva constitución?”. Las dos opciones de respuesta —Convención Mixta Constitucional o Convención Constitucional— incluirán una breve descripción que explica en pocas palabras la composición que tendría cada órgano. La Convención Mixta Constitucional estaría integrada en partes iguales por miembros elegidos popularmente y parlamentarios o parlamentarias en ejercicio, mientras que la Convención Constitucional se compondría en su totalidad por ciudadanos elegidos únicamente para integrar el órgano que redactará el texto.

Si vence el “apruebo”, habrá una segunda cita con las urnas donde se elegirá a los miembros del futuro órgano constituyente. La cámara, que comenzaría a trabajar en mayo de 2021 si no hay más demoras por la crisis sanitaria, dispondrá de un plazo de nueve meses ampliable a un año para redactar la futura carta magna. Y por último, una vez redactado el texto, que debería estar listo para la primavera de 2022 si todo sigue su cauce, este se someterá a un plebiscito de salida, en el que la ciudadanía chilena acudiría por tercera vez a las urnas para refrendar lo acordado por la cámara constituyente.

Por tanto, el domingo será el primer encuentro con las urnas de un proceso constituyente con muchas particularidades, y que se prolongará, al menos por dos años más. No todos llegan a esta cita con las mismas fuerzas, y mientras el Gobierno, principal partidario del “rechazo”, toca mínimos de aprobación históricos, la opción del “apruebo”, defendida por las fuerzas opositoras e incluso por algunas figuras de la coalición gubernamental, ha mantenido sus apoyos constantes a lo largo del último año.

Gráfico interactivo – Fuente: CRITERIAACTIVACONJUNTO DE ENCUESTAS

Atendiendo a los sondeos, una victoria del “rechazo” sería una sorpresa mayúscula, y parece que para la campaña del “apruebo” el examen estará en cuán mayoritario sea el respaldo ciudadano al proceso, ya que la victoria se da casi por descontada. El gran riesgo del movimiento popular que respalda la nueva constitución está en no conseguir movilizar hacia las urnas con el mismo éxito que lleva movilizando meses en las calles. En este punto lleva meses tratando de hacer mella el ala más dura de la derecha chilena, contraria al proceso y que tacha de delincuentes a los manifestantes, donde figuras como José Antonio Kast declararon que si votan menos de dos tercios de ciudadanos, el proceso carecerá de legitimidad alguna.

Los hechos de violencia ocurridos en algunas marchas son el otro punto en el que ha centrado su campaña la derecha, consciente de que llamar a la desmovilización, e identificar el “apruebo” con la violencia, son sus únicas oportunidades en este primer plebiscito. En este sentido, las protestas del pasado viernes en el centro de Santiago, donde dos iglesias terminaron ardiendo y por primera vez desde que comenzaron las marchas hubo enfrentamientos entre barras bravas del Colo y de la U —dos de los equipos de fútbol más importantes del país—, ayudan más bien poco a quienes buscan aprobar la nueva constitución.

Mientras que todos los sondeos indican que los chilenos aprobarán ampliamente este domingo la redacción de la nueva carta magna, las grietas en la derecha chilena, mayoritariamente partidaria del “rechazo”, se han agrandado los últimos meses por discrepancias relativas al plebiscito

Por ahora, los datos de participación de los sondeos son altos, especialmente en los sectores más jóvenes, pero aun así, Chile es un país que ha tenido una participación muy baja en los últimos años —menos de un 50% en las presidenciales de 2017—, lo que hace que todavía reine la cautela entre quienes apoyan el “apruebo”. Desde Convergencia Social, integrante del Frente Amplio y de la plataforma Que Chile Decida, consideran que los datos de participación del primer plebiscito serán los más importantes de analizar. La pandemia, la pésima comunicación gubernamental respecto a la seguridad del proceso, y los imprevisibles efectos del estallido, son factores que podrían jugar en contra de la participación, señalan desde el partido, donde a pesar de ello son optimistas y creen que habrá una amplia mayoría a favor del “apruebo” y la Convención Constitucional.

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Gráfico interactivo – Fuente: CRITERIAACTIVACONJUNTO DE ENCUESTAS

En cuanto a las previsiones relativas a la segunda pregunta del plebiscito, las encuestas dan cierta ventaja a la Convención Constitucional, aunque con un margen mucho más estrecho. La composición del órgano constituyente levanta menos pasiones que el “apruebo” o “rechazo”, y aunque casi ninguna plataforma ha hecho campaña activa por la Convención Mixta, los resultados de esta no son tan bajos, y según algunos sondeos podría acercarse a la Convención Constitucional.

En la derecha, la atención prestada a la segunda pregunta ha sido muchísimo menor que al “rechazo”, y prácticamente el único argumento extraíble de la franja televisiva en la que los partidos hacen campaña por la Convención Mixta, es que sería más barata para el erario público. También se insinúa un tímido argumento tecnocrático, donde se habla de la mejor preparación de los parlamentarios, pero el grueso del discurso se ha basado en la máxima: ya que no es necesaria, por lo menos que salga lo más barata posible.

Por el otro lado, las plataformas de izquierda y centroizquierda sí han hecho mayor hincapié en su campaña en la importancia de la Convención, incluyéndola junto al “apruebo” en la mayoría de sus eslóganes, y señalando que es la única manera de incluir al pueblo en el proceso. Una idea que se ha repetido hasta la saciedad, en discursos, debates y asambleas, pero que el domingo veremos hasta qué punto ha calado entre el electorado chileno.

LOS PROTAGONISTAS

Mientras que todos los sondeos indican que los chilenos aprobarán ampliamente este domingo la redacción de la nueva carta magna, las grietas en la derecha chilena, mayoritariamente partidaria del “rechazo”, se han agrandado los últimos meses por discrepancias relativas al plebiscito. Ante una derrota más que probable, muchos análisis se centran ya en las dimensiones de ésta y no en las probabilidades de victoria. No sería lo mismo un 45%, que un 40% o que un 20%, y en el seno de la Unión Demócrata Independiente (UDI, principal partido de la derecha) algunas figuras han cuestionado la conveniencia de esta estrategia de unidad alrededor de la opción “rechazo”.

En medio de este debate, la irrupción hace unos meses del ex ministro Pablo Longueira tras más de un lustro desaparecido de la escena mediática, supuso un tsunami en las aguas de la coalición gobernante. Longueira, que comenzó su carrera política en dictadura y se le considera próximo al fundador de la UDI e ideólogo de la constitución vigente, Jaime Guzmán, manifestó en una entrevista al diario El Mercurio, que votará por el “apruebo” este domingo. El ex ministro calificó como un error la postura del Gobierno y de la UDI ante el plebiscito; una muestra de no entender lo que demanda la ciudadanía chilena.

Ante una derrota casi segura del “rechazo”, Longueira teme que sea la oposición, desde la ex Concertación hasta el Partido Comunista, la que acapare todos los réditos del referéndum. Su estrategia, en consonancia con la expresada por los sectores del partido cercanos a Joaquín Lavín, es subirse al carro del “apruebo”; un “apruebo” con condicionantes eso sí, que combine el orden con la necesidad de cambio, y sobre todo, que no permita a la izquierda salir como única vencedora del plebiscito.

Parte de la derecha chilena empieza a ser consciente de que, si no ofrecen una mínima reforma social, podrían dejar un camino despejado para que un candidato de izquierdas venciera en las próximas presidenciales de 2021

Lejos de los intereses personales que hay tras el regreso de Longueira, que busca reiterar ante los medios su inocencia sobre un caso pendiente de corrupción, su irrupción en la escena pública es sintomática de lo que ocurre en una parte de la derecha chilena, que empieza a ser consciente de que, siguiendo por el camino del inmovilismo sin ofrecer una mínima reforma social, podrían dejar un camino despejado para que un candidato de izquierdas venciera en las próximas presidenciales de 2021.

Las últimas encuestas sitúan al alcalde comunista de Recoleta, Daniel Jadue como primer o segundo candidato con mayor respaldo popular, compitiendo con Joaquín Lavín, miembro del ala más moderada de la UDI, ex candidato presidencial y alcalde desde hace años de la comuna de Las Condes en Santiago. Lavín parece haber entendido a la perfección lo que reclama buena parte de la ciudadanía, y en sus últimas apariciones llegó a definirse como socialdemócrata, causando un gran revuelo dentro de su partido. En la UDI, algunos comienzan a estar hartos de lo que consideran el oportunismo del edil de Las Condes, y su presidenta, Jacqueline Van Rysselberghe, declaró públicamente su disconformidad con las palabras de Lavín, que podría estar preparando el terreno para un posible descalabro del “rechazo” en el plebiscito.

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Al otro lado del espectro ideológico, tres plataformas distintas dentro de la izquierda han hecho campaña por el “apruebo” y la Convención Constitucional. Los partidos tradicionales del centro izquierda, se encuentran agrupados en la Convergencia de Progresistas e Independientes, donde también participan organizaciones del mundo social y sindical como la CUT (el sindicato mayoritario en Chile), la Federación Nacional de Trabajadores de Walmart, o la fundación MOVILH, defensora de los derechos LGTBI.

A su izquierda, encontramos otras dos plataformas donde conviven partidos políticos y organizaciones representantes de la sociedad civil: Que Chile Decida, formada principalmente por los partidos integrantes del Frente Amplio, y Apruebo Chile Digno, donde confluyen el Partido Comunista y Acción Humanista junto a otros partidos minoritarios y movimientos sociales. Dos plataformas entre las que existen coincidencias importantes, no solo de cara al plebiscito, sino en cuestiones programáticas, según señalan fuentes de la propia Convergencia —miembro del Frente Amplio—, que también apuntan que está habiendo una buena coordinación en cuestiones organizativas de cara al próximo domingo.

Bolivia, Ecuador o Venezuela también redactaron nuevas constituciones a principios de siglo, sin embargo, en Chile este proceso no está impulsado por determinados líderes o partidos, es un proceso que ha surgido directamente desde abajo

Si vence el “apruebo”, en los próximos meses el futuro de ambas plataformas podría ser compartido si alcanzan un acuerdo para elaborar unas listas conjuntas de cara a la elección del órgano constituyente. Una excesiva fragmentación podría favorecer a la derecha, algo de lo que son conscientes en Convergencia Social, donde creen que lo fundamental es impulsar un programa de transformaciones en la dirección correcta, y que los derechos de las mujeres y los pueblos indígenas, la desprivatización del agua o la negociación colectiva por rama, vayan por delante de los cálculos de partido en el futuro inmediato.

UN PROCESO DESDE ABAJO

Chile no es el primer país latinoamericano en emprender un proceso constituyente en las últimas décadas. En el continente, Bolivia, Ecuador o Venezuela también redactaron nuevas constituciones a principios de siglo, sin embargo, la diferencia de estos procesos con el chileno, es que a pesar de que todos ellos fueron acompañados de un amplio apoyo popular, siempre los impulsaron determinados líderes o partidos, algo que no ha ocurrido en Chile.

En el país presidido por Sebastián Piñera, ningún partido ni ninguna figura política ha conseguido encabezar el proceso, ni capitalizar el descontento que reina entre la población. Hasta el momento, los partidos han ido a rebufo de lo que ocurría en las calles, y aunque fueron ellos quienes aprobaron en el Congreso el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, documento que establece los plazos y el cómo se va a desarrollar el proceso constituyente, esto jamás habría ocurrido sin el empuje de los manifestantes. Hace un año, recién comenzado el estallido, la asamblea constituyente parecía un horizonte lejano, una idea que servía para caminar en la dirección correcta, pero que estaba lejos de materializarse. Hoy, a unas horas de que se abran las urnas, es importante recordar a toda esa gente que salió a la calle en octubre de 2019, ya que sin ellos este proceso jamás hubiera sido posible.

Hace un año, recién comenzado el estallido, la asamblea constituyente parecía un horizonte lejano, una idea que servía para caminar en la dirección correcta, pero que estaba lejos de materializarse

La vida ha cambiado mucho desde entonces y más puede cambiar en los próximos meses. Hace un año se hizo viral un dibujo sobre Chile que mostraba un iceberg, donde en la punta se veía el precio del pasaje —detonante de las protestas—, y en la parte sumergida aparecían todas las causas que motivaron el estallido, salud, educación, pobreza. A día de hoy, la votación del domingo es la punta de otro iceberg, en el que debajo del agua están las elecciones al órgano constituyente, los 2/3 necesarios para aprobar cualquier reforma, las elecciones municipales y presidenciales de 2021 y otros tantos factores que influirán en que finalmente salga o no un texto constitucional que suponga un cambio relevante respecto a la constitución vigente. Allende decía que la historia la escribían los pueblos. Veremos si el pueblo chileno además de escribir la suya también puede escribir su nueva constitución.



Jaime Border Gil

El Salto

Créditos a la foto de cabecera: Equipo de primeros auxilios atrincherado tras una esquina durante una carga policial. / Imagen de Julio Zamarrón

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