Hola a todos…
Esta semana iba a tener mi primera cita con mi nueva psicóloga. Me llamaron desde el centro de salud para decirme que, por motivos obvios, se posponía mi cita al no tratar a casos presenciales salvo en caso de emergencia. Pero, para mi grata sorpresa, mi psicóloga me llamó poco después para ofrecerme una consulta por teléfono. Tras una media hora hablando, me dijo una cosa que no me habían dicho en 23 años de terapia:
Tienes problemas con la rabia”
Problemas con la rabia, yo? Soy muy poco dado a la rabia. De hecho, casi no siento rabia nunca. Frustración, desde luego. Tristeza, toda la que quieras. Pero rabia? Las veces las podría contar con los dedos de una mano del Capitán Garfio. La que le da el nombre.
Ése es tu problema”, me dijo. “No sabes sentir rabia”
Me explicó que tanto la tristeza como la rabia se consideran sentimientos negativos, pero que, mientras que la tristeza nos bloquea y paraliza, la rabia, siempre y cuando se canalice bien, nos puede servir de motor para ir a por eso que más anhelamos. Así que eso vamos a trabajar.
Por ahora sigo triste. Durante esta época del año suelo estarlo por temas personales, pero, además se han juntado tres muertes: dos de personas que admiraba mucho y la de un amigo y compañero que nos ha dejado demasiado pronto.
Pero, además de todo eso, siento otra cosa. Creo que se aposenta en ese hueco donde tendría que estar mi rabia. Puede que sea mi rabia, y no la reconozco. Y lo siento por la gota colmante del asesinato de George Floyd en Estados Unidos.
Puede que, llegados hasta aquí, penséis sarcásticamente “oh, qué bien, aquí viene el gran salvador blanco para explicarnos las cosas”. Pero no. De hecho, no tengo respuestas para nada. Solo preguntas. He formado opiniones con todo lo que ha pasado estas semanas, pero he cuestionado cada una de ellas, y estoy abierto a haberme equivocado en todas.
He opinado en mi perfil de FB sobre la duda que tengo acerca de las protestas que se han celebrado al respecto en ciudades españolas, con el riesgo del COVID y cuestionándome la utilidad de las mismas con cara a Estados Unidos. He opinado acerca del escándalo de Jimmy Fallon, masacrado en las redes sociales por imitar hace 20 años a Chris Rock en Saturday Night Live, para lo cual le pintaron la cara de negro. He tenido sentimientos contrarios, al ser anti-violencia, estar en contra de los saqueos en USA (además de estar muy preocupado por mis amigos que viven allí), pero a la vez entender (o al menos creer entender) perfectamente la furia que pueda llevar a eso. Me sigue causando duda la etiqueta “privilegio blanco”, aunque entiendo perfectamente y estoy de acuerdo con la denuncia que dicha etiqueta supone.
Tengo preguntas. Muchas preguntas. Y no las hago todas en las redes, porque eso ya es abrir una caja de Pandora. Tampoco llamo a mis amigos negros para que me lo expliquen, porque bastante tienen con lo que tienen, y creo que ya, de por sí, suponer que alguien pueda tener todas las respuestas por ser de una raza es, en sí, una forma de prejuicio.
Así que (y alguno diréis que ya iba siendo hora), he tirado de cine para entender más.
Después de empaparme de los programas especiales que han hecho los principales informadores de USA (CNN, Oprah Winfrey, Sesame Street), decidí que tocaba volver a ver “Haz lo que Debas”, de Spike Lee (de hecho, la primera película que vi en casa cuando nos conectaron Canal+). Spike Lee siempre me ha causado división: tiene películas de gran mensaje e imágenes impactantes, pero, para mis gustos, a veces es demasiado artístico para que el mensaje cale hondo en mí. Esto fue particularmente el caso en sus comienzos, en mi opinión, desde su debut, “Nola Darling”, hasta “Fiebre Salvaje”. Ya, a partir de la enorme “Malcolm X”, veríamos el lado más directo de Lee.
AVISO: SPOILERS HASTA PRÓXIMO AVISO
Para quien no la haya visto, “Haz lo que Debas” nos cuenta una crónica de un día (y pico) en un barrio de Brooklyn durante un verano infernal, el cual ya se retrata desde el primer momento, con esos títulos iniciales donde suena la furiosa “Fight the Power” de Public Enemy mientras Rosie Pérez, aquí debutando, la escenifica con un baile lleno de ira sobre un escenario decorado para parecer el escenario de la película (que casi podría ser una obra de teatro, al cubrir una zona tan reducida).
Esto a mí ya me hace cuestionar la realidad de lo que estoy viendo, hasta que la letra de Chuck D me lo aclara “No, we’re not the same, cos we don’t know the game”, es decir, “No, no somos iguales, porque nosotros no conocemos el juego”. Más bien, no crearon el juego, y todas las reglas van en su contra.
Tras esta bofetada digno del MTV en su época de gloria, llegamos al barrio, donde Mister Señor Love Daddy (Samuel L. Jackson), el DJ local, nos hará de narrador ocasional mientras que Mookie (el propio Lee) hace malabares con su trabajo como repartidor de la pizzeria de Sal (Danny Aiello), su relación turbulenta con Tina (Perez), sus observaciones de la tensión que va en aumento a su alrededor y, todo hay que decirlo, con su vaguería considerable. A pesar de llevarse el grueso del metraje, Mookie, hasta casi el final, es un personaje pasivo, hasta el punto que el consejo que le da el borrachuzo pero noble Da Mayor (Ossie Davis), “haz siempre lo que debas”, es lo suficientemente importante como para darle título a la película, pero no lo suficiente como para que Mookie lo interiorice (su respuesta: “Ya? Tomo nota, y me voy”).
Los elementos de tensión serían, por un lado, Buggin Out (Giancarlo Esposito), un jóven radical afroamericano que busca más peleas de las que resuelve, y el Lennie a su George particular, Radio Raheem (Bill Nunn), un gigante casi silencioso cuya actividad principal es pasearse por todo el barrio con su “ghettoblaster” enorme, en el cual suena en bucle, de manera incesante, el tema de Public Enemy que abre la película. Por otro lado tenemos a Pino (John Turturro), el hijo de Sal, violento y abiertamente racista, y secundarios que caldean más todavía el ambiente, como Clifton (John Savage), recién mudado al barrio, quien vendría a representar la gentrificación, Charlie (Frank Vincent), quien podría ser fácilmente uno de sus personajes de Scorsese, que pasa por el barrio con su Cadillac y parece que busca problemas, y los policías que creen reinar con una autoridad absoluta. Allí se tiene la libertad que ellos permiten.
En medio de estos extremos estarían Vito (Richard Edson), el otro hijo de Sal, amigo de Mookie y objeto de palizas frecuentes de su hermano, pero con una fuerte lealtad familiar, y hasta un punto debatible, el mismo Sal, que, aunque por un lado agradece las visitas de sus clientes, sí es verdad que ha venido a crear un negocio en un barrio que “no es suyo”, y rechaza tajantemente que su establecimiento represente en lo más mínimo la cultura que le rodea, siendo, en su lugar, una especie de museo de la cultura italo-americana que representa él.
Esto precisamente es el detonante. Buggin Out se enfrenta a Sal recién empezada la película, al no aceptar que las paredes de la pizzeria lleve fotos de célebres italo-americanos, en vez de los afro-americanos que le pagan el alquiler con su comercio. Respuesta de Sal? Cómprate tú un negocio y pon las fotos que te dé la gana.
Lo que pasa es que da la sensación de que esa opción no se abre a afro-americanos, ni siquiera en su propio barrio. Ninguno de los propietarios que se mencionan son afro-americanos (Sal, Clifton y Sonny (Steve Park), el asiático dueño de la tienda de la esquina, que desconfía de todos sus clientes). Se podría argumentar que Mister Sr. Love Daddy es dueño del estudio desde el cual emite su programa de radio, pero esto no se confirma.
Buggin Out quiere revolución, y encuentra aliados en Radio Raheem y Smiley (Roger Guenveur Smith), un discapacitado que dibuja garabatos sobre fotos de Martin Luther King y Malcolm X e intenta venderlos. Deciden boicotear la pizzería, pero la situación escala hasta que Radio Raheem tiene un ataque de furia tras destrozar Sal su “ghettoblaster” y es estrangulado por la policía.
Y aquí, entre las protestas, es cuando Mookie por fin entra en acción. Coge un cubo de basura, cruza hacia la tienda de Sal y la lanza por la ventana, que sirve de pistoletazo de salida para los disturbios.
Y claro, muchos se preguntarán si Mookie hizo lo que debía. Al propio Spike Lee le molesta esto. Dice que sólo blancos hacen esa pregunta, porque los negros se preocupan más por el asesinato de Raheem. Mi réplica a eso es que no tengo que preguntar sobre eso porque sé que está mal, pero que cuando tu película se llama “Haz lo que Debas” y tu personaje apenas hace nada y le dicen que haga lo que deba, y al fin hace algo, la duda no me parece descabellada.
Y creo que la respuesta es que no hay respuesta. Hay gente que dice que es Mookie estallando. Otros teorizan que está distrayendo la atención para salvar vidas. Pero yo creo que, en ese momento, con todas esa emociones al rojo vivo, rodeado de multitudes de injusticias y pocas salidas, en una sociedad al que le das igual, ya el concepto de “lo que debas” pierde su relevancia.
FIN DE SPOILER
Qué es “lo que debas” cuando la policía está matando a inocentes, o a culpables que desde luego no merecían morir? Qué es “lo que debas” cuando el gobierno quiere invertir más en controlar al poblado que en ayudar a que las cosas no lleguen al descontrol?
Este artículo iba a ser casi una novela, porque tengo tanto que decir, tantas preguntas, tanta tristeza y tanto sea lo que sea eso otro que tengo que podría ser rabia que no me caben en un artículo normal, pero he decidido, con el beneplácito de Óscar, que vamos a dedicar un episodio de “Cine por los Codos” a esto. Así que suscribiros en ivoox, iTunes o Spotify para estar al tanto.
Mientras, he ido viendo películas y documentales sobre todo este tema, para irme informando al máximo. Aquí hay una pequeña lista en letterboxd que he creado, y que irá creciendo.
https://letterboxd.com/wmcginty/list/vni/
Tengo una lista de películas aún por ver, o revisitar, y esta noche, curiosamente, he podido ver la película nueva que Spike Lee ha estrenado en Netflix: “Da 5 Bloods”. Tengo pendiente revisitar “Malcolm X” para afirmarlo con certeza, pero, para mis gustos, estamos ante la obra magna de Lee. Absolutamente magnífica en todos los aspectos.
“Bloods” nos cuenta la historia de cuatro miembros de una tropa de soldados que se hicieron hermanos en el infierno de Vietnam, quienes, ya en el presente, deciden volver para traer a casa su líder fallecido (interpretado en flashbacks por Chadwick Boseman), y para recuperar un baúl de oro que enterraron en la selva. Pero nos cuenta mucho, mucho más que eso.
Aquí no voy a entrar en spoilers, porque es nueva, pero, aunque ya despotrico en contra de los Oscars todos los años en los episodios que dedicamos a la ceremonia, y suelo ser de la opinión de que, si Lee no gana nunca, es porque su película no ha sido la mejor, aquí, y entiendo que juega con ventaja, al haber tan pocos estrenos, este año podría arrasar con todo. La película lo merece. Por épica. Por lo que cuenta. Por cómo lo cuenta. Y por un Delroy Lindo que, si no se lleva la estatuilla, me como, yo qué sé, una pizza entera (lo haría igualmente). Su diatriba a cámara en el tercer acto recuerda mucho al de “Amor y Odio” de Raheem en “Debas” (discurso que homenajea a “La Noche del Cazador”, como lo hace casi todo “Bloods” a “Apocalypse Now”).
Es interesante comprobar cómo el tiempo ha cambiado a los Bloods, que van desde idealistas a un votante de Trump orgulloso. Y es interesante escuchar a cada uno defender su postura, porque, solo escuchando, podemos llegar a un punto de empatía y comprensión. Lo que queda claro, tanto con el fondo de la guerra y con la actualidad de desilusión que muestran nuestros protagonistas, al comprobar que sus sueños ni siquiera se han empezado a realizar, aún habiendo arriesgado sus vidas y matado por su país, es que, como dice uno de los protagonistas “el verde importa más que el negro”.
Y así es. Y no creo que los negros sean los únicos que sufran esto. Trump ha tenido el descaro de decir que George Floyd estará contento mirando desde el cielo, porque la Bolsa va bien. Realmente puede alguien estar tan desvinculado de la realidad? El que sus amiguetes billonarios sigan disfrutando de la buena vida le redime? Nos tragamos eso?
Lo que me queda claro viendo esta película, y tantas otras (mención especial a la escalofriante, si algo melodramática “Farming”, que nos cuenta una historia real de un hijo de nigerianos en Inglaterra, que es deshumanizado por los “skins” locales hasta el punto que básicamente se vuelve su mascota o perro de ataque), es que los que están al poder nos engañan (sorpresa del siglo, lo sé). Y se quedan tan anchos. No tienen que hacer expiación del pasado, porque, desde la vista que ven ellos, todo está bien. Todo siempre ha estado bien. Si invaden un país asiático, desgarrándolo por la mitad, pues al tiempo meten un Kentucky, un Starbucks y un McDonalds, y fardan de haberlo civilizado. Ya no son rebeldes, porque USA los ha hecho así. Esa libertad de la que presumen, pero que no deja de ser otro eslogan publicitario vacío y carente de fondo o veracidad. En cambio, los “de abajo” no encuentran modo de conciliarse con su pasado porque no se les permite. Puede que esto quede ilustrado en la película con la decisión de que los actores protagonistas salgan en los flashbacks de Vietnam sin retoques rejuvenecedores de ningún tipo. Están estancados en el tiempo, sin poder salir adelante. Sin poder dejar atrás.
Si los poderosos rompen con los sueños y la propia humanidad de comunidades enteras, metiéndoles miedo y muerte en vez de apoyo y crecimiento, mientras les vende que las posesiones materialistas contienen la libertad que tanto anhelan, que esas posesiones les harán valer más como persona, tú espérate sentado, que ya habrá saqueos para que nos tiremos las manos a la cabeza y afirmemos que sí, en efecto, son como animales.
Y si los políticos sistemáticamente nos fallan hasta el punto de no creer en ninguno de ellos, tranquilos, que aquí llega uno. No es político, así que te puedes fiar. Y viene de ese reality que tanto te gusta. Seguro que lo hace bien. Y si no, la culpa siempre es de otro. Así que odia. Odia. Odia.
Nos compran el alma a precio de odio.
Y cualquiera que lo quiera lo suficiente, y que le sea indiferente lo moral puede jugar, que conste. Es curioso que los 5 Bloods se llamen igual que los Temptations iniciales (Paul, Eddie, Otis, Melvin y el hijo de Paul que les acompaña, David). Y también es curioso que el Blood fallecido se llame Norman, como Norman Whitfield.
Para quienes no lo sabían, Norman Whitfield fue compositor y productor para la Motown. Y tuvo más de un problema con el presidente de la corporación, Berry Gordy, ya que Whitfield quería escribir temas de protesta, contra la guerra, contra el racismo, mientras que Gordy quería que se ciñese a temas de amor y sexo. Porque allí estaba el dinero. Principalmente junto a los Temptations, Whitfield le hizo caso omiso, y sacaron, para mí, algunas de las mejores canciones de la discográfica. El socio de Whitfield era Barrett Strong, y solo puedo suponer que él no figura como personaje de la película al ser cantante de un tema compuesto por Gordy que no encaja con este relato: “Money (That’s What I Want)”, o “Dinero (eso es lo que quiero)”.
A principios de los 70, Marvin Gaye estaba con el corazón roto por la muerte de su compañera musical, la angelical Tammi Terrell, y sobre su hermano, que volvió de Vietnam traumatizado. Compuso todo un álbum concepto, como un canto al amor, a la paz, a la igualdad. Y Gordy le vetó. Que se quedara cantando temas románticos. Pero Gaye se puso firme, el disco se editó, y “What’s Going On”, uno de los discos más amados de la historia, forma la base musical de casi toda la película de Lee (si soy honesto, me falta un poco de Stevie Wonder en esta historia, pero eso son cosas mías).
Lo curioso es que, siempre que hay un homenaje a Motown por su lucha por la igualdad, Gordy está al centro y frente, dándose palmaditas en la espalda. Porque la corporación es suya. El dinero es suyo. El verde importa más que el negro.
Para ir cerrando, y fastidiándome por no enrollarme más todavía al debatir sobre el lugar del humor en todo esto (entrará en el podcast), un anécdota que me parece apropiada…
Hace unos años fui a oficiar la boda de mi mejor amigo. Él y su ahora marido son gays (obviamente), y se habían convertido recientemente al judaísmo. Así que, sin ser ni gay ni judio, me tocó oficiar en hebreo. Y la boda fue una delicia.
Unos días después, todavia de viaje con ellos, pude ir a un concierto de los Temptations, aunque no estaban ningunos de los que menciona Lee (todos han fallecido salvo Otis Williams, a quien pude ver un par de años después). El Temp que me tocó en esta ocasión era mi favorito: Dennis Edwards, quien sustituyó a David Ruffin, y fue el principal solista de temas como “Papa Was a Rolling Stone”, “Can’t Get Next to You” o “Ball of Confusion”.
Llegué al teatro, de un aforo de unos 3000, y enseguida noté algo que nunca había notado: era, literalmente, la única persona blanca allí. No tenía miedo, obviamente, pero, de repente, me sentía muy blanco.
Me senté en la mesa que me tocaba y, mientras esperaba la cena que entraba, me toca una señora en el hombro. Me giro, y es una vieja pareja de unos 80 y tantos. Me preguntan si quiero charlar con ellos, ya que les sorprende que a un blanco le guste la Motown (no tanto como me sorprendió a mí averiguar que eran obsesos de Downton Abbey y han dedicado viajes y viajes a visitar castillos de mi Escocia natal).
Resulta que la pareja era de Detroit, y me quedé ojiplático mientras me contaban sus aventuras de novios que llevaban poco allá por los 50, yendo a clubs de soul y jazz de la época, y saliendo después a tomar copas con los artistas, de los cuales se hicieron amigos.
Smokey Robinson.
The Temptations.
Marvin Gaye.
Me podía haber quedado toda una vida escuchando esas historias, pero empezó el concierto, y nos limitamos a sonreírnos mientras bailábamos.
Al salir, la señora paró para darle las gracias a todos los empleados por una velada tan bonita, y, mientras nos despedíamos, la pareja se cogía de ambas manos y se sonreían como si se acabasen de enamorar. Y me entró una duda urgente:
“Cómo lo hacéis? Quiero esto. Cómo lo hacéis?”
“Verás Toni, yo, a mi marido, le quiero más que a nada en este mundo. Pero, lo más importante, es que me cae muy bien”.
Es una de las lecciones más importantes que he aprendido jamás. Si hubiese sido homófobo, mi mejor amigo no sería mi mejor amigo. Si fuese antisemita, no habría ido a USA a oficiar su boda. Si fuese racista, me habría ido al ser el único blanco allí. Y me habría perdido todo eso. No puedo prometer que la falta de prejuicio os garantice un viaje pagado a USA y una lección preciosa en un concierto de unas leyendas del Soul, pero sí os puedo garantizar que la falta de prejuicio y la unión nos hacen más fuertes. Más felices.
Estoy aprendiendo que la rabia es una emoción constructiva. Pero el odio no lo es. Así que, informaros. Sentid rabia, sin odio. Y amad. Caed bien. Eso es más constructivo que nada.
Voy a ver más pelis con más lecciones. Tomo nota, y me voy.
Toni “McGinty” Rodríguez
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