Sudáfrica a 30 años del fin oficial del apartheid

Entrevista a Raphaël Porteilla, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Borgoña y especialista en Sudáfrica. El 11 de febrero de 1990 se anunció la liberación de Nelson Mandela. Fue el comienzo del desmantelamiento del sistema de apartheid. Las esperanzas de cambio para la mayoría de la población negra eran entonces inmensas. La reconciliación entre negros y blancos parecía estar en el camino correcto, y se hablaba de la «nación Arco Iris». ¿Cuál es el balance que podemos hacer 30 años después?

La economía sudafricana, que durante mucho tiempo se basó principalmente en la minería, era la primera de África, hasta 2013. ¿Cómo está hoy en día? ¿Cuáles son actualmente sus fortalezas y debilidades?

Si bien la economía sudafricana se reconoció como floreciente  (en términos macroeconómicos) en África hasta 2010 (con algunos «agujeros» a mediados del decenio de 2000), desde entonces las dificultades se han acumulado debido en gran parte a que las políticas públicas han sido desde el fin del Apartheid, políticas neoliberales, sin redistribución, cuyos orígenes se remontan al final del Apartheid, cuando el mundo empresarial en manos de los blancos supo acercarse a las élites del CNA (mediados de los años 80) para lograr un pacto económico destinado a no perturbar las estructuras financieras y económicas sudafricanas ; es decir dejándolas en manos de los blancos y al mismo tiempo permitiendo que los grupos empresariales de negros accedieran a esos estándares.

Los diversos planes económicos nacionales que se han sucedido desde 1994 han puesto en práctica esta dinámica (caracterizada por una crisis de sobreacumulación financiera, limitaciones fiscales, monetarismo y vulnerabilidad de la economía sudafricana bajo las presiones económicas internacionales) en detrimento de las clases proletarias y desfavorecidas, principalmente los negros. La crisis económica de 2008/09 y la caída de precios de algunos minerales hacia 2015 agravaron estas dificultades.

En términos más generales, la economía sudafricana entró oficialmente en recesión por segunda vez en dos años, según la Oficina nacional de estadísticas de Sudáfrica. La economía de la nación más industrializada del continente se contrajo un 1,4% a finales de 2019 mientras que en el tercer trimestre el PIB ya había caído un 0,8%. Esto se debió a la disminución de la actividad en siete de los diez sectores de la economía sudafricana durante el año pasado. En el cuarto trimestre de 2019, los mayores descensos se registraron en el sector agrícola (-7,6%) seguido del transporte y las comunicaciones (-7,2%) y el sector de la construcción (-5,9%).

Esta situación ha implicado una tasa de crecimiento de sólo el 0,2% de la economía sudafricana durante todo el año 2019, la más baja desde la crisis económica mundial de 2008. Empeorada por las sequías, por una tasa de desempleo de 29,1% (a finales de 2019), por repetidos cortes eléctricos (la empresa nacional Eskom se encuentra en grandes dificultades financieras), así como por el debilitamiento de las finanzas públicas debido al endeudamiento cada vez mayor de las empresas estatales ( gran parte del cual se contrajo con organismos mundiales justo antes del fin del apartheid), la economía sudafricana ya había entrado en recesión tras la contracción de su PIB en 2018. Esta nueva contracción se produjo luego de un difícil despegue marcado por medidas de austeridad (que golpearon particularmente a los sectores más desfavorecidos) que permitieron un crecimiento muy débil en comparación con el rendimiento del 5% registrado entre 2004 y 2007. El inicio del año 2020 insinuó un repunte que podría verse comprometido por la crisis sanitaria vinculada a la pandemia de Covid 19.

En este contexto, en Sudáfrica se han llevado a cabo con éxito luchas socioeconómicas, como las victorias en la lucha contra el SIDA, para el mejoramiento y la gratuidad de los servicios públicos locales, para el mejoramiento de las condiciones salariales y la gratuidad de la educación (especialmente las universidades en 2015/16). Para muchos, los gobiernos sudafricanos han practicado el llamado «talk left and walk right», un discurso de izquierda y social para una política de derecha y neoliberal.

Sudáfrica ha sido calificado como un país emergente y se integró al grupo BRICS en 2013. ¿Merece esta calificación?

Si definimos un país emergente como un país cuyo PIB es inferior al de los países desarrollados y que está experimentando un rápido crecimiento y un nivel de vida y estructuras económicas y sociales que convergen hacia las de los países desarrollados,  con una apertura económica al resto del mundo, transformaciones estructurales e institucionales de gran envergadura y un fuerte potencial de crecimiento, entonces Sudáfrica está incontestablemente en esta categoría,  incluso algunos lo ven como un país industrializado (es el país más industrializado de África).

La categoría BRICS (la S de Sudáfrica, integrada en 2010) es una construcción «bancaria» (2001) que tiene la ventaja de distinguir, en los países en desarrollo,  a los que están en proceso de unirse a los países desarrollados y que podrían desempeñar un rol vanguardista que guíe a los otros (a menudo en su región) y al mismo tiempo, servir de apoyo a los países desarrollados en los foros internacionales, dependiendo de la cuestión que esté en juego en las negociaciones.

Para algunos observadores, los BRICS pueden considerarse sobre todo como vectores de un subimperialismo que no dice su nombre dentro de su zona geográfica de referencia, aprovechando esta condición para servir de puerta de entrada en las economías de otros países. Sudáfrica es percibida principalmente de esta manera por los otros países africanos de la subregión, como Angola, o en el continente, por Nigeria, Egipto o Argelia.

Pero, comparándolo con los otros cuatro países BRIC, Sudáfrica es un país «pequeño» cualesquiera que sean los criterios utilizados (demográficos, económicos, etc… ), siendo su principal atractivo precisamente el hecho de que se encuentre en África, un continente a ser conquistado por los demás países.

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El salario medio de los blancos es 3,5 veces superior al de los negros. ¿Es esto simplemente un legado del Apartheid? ¿Han mejorado, así todo, las condiciones de vida de toda la población desde el fin del Apartheid?

Durante el Apartheid, los salarios dependían de la raza. Así que era costumbre encontrar muy bajos salarios para los negros y altos para los blancos. Desde el final de este período, las políticas públicas sudafricanas han tenido como objetivo reducir estas brechas, sin lograrlo realmente. Por ejemplo, según las cifras oficiales de la estadística sudafricana, el salario mensual de los negros – que representa 80% de la población – es en promedio (entre 2011-15) de 6.899 rands (422 euros), frente a  24.646 (1.506 euros) para los blancos.

Si bien los ingresos siguen dependiendo de la raza y las mujeres ganan 30% menos que los hombres en promedio, cabe recordar que esas cifras medias esconden algunas realidades. Por un lado, entre los blancos siempre ha existido pobres, aunque disimulados durante la época del apartheid , pero hoy en día son más visibles, como se puede ver en Pretoria, por ejemplo. Por otra parte, una clase negra alta se formó rápidamente después de mediados de la década de los 90 (magnates, black diamonds…) hasta el punto de que algunos de ellos, como el presidente sudafricano C. Rampahosa, tienen inmensas fortunas.

Según el Banco Mundial en 2016, Sudáfrica se ha convertido en el país más desigual del mundo (antes que Brasil) y Johannesburgo, la ciudad más desigual del mundo, lo que se confirma con el índice de Gini, que ha disminuido sensiblemente desde hace varios años.

Sin embargo, la vida de millones de sudafricanos negros ha mejorado gracias a diversos planes de reconstrucción (el último hasta la fecha, el National Development Plan visión 2030, que apunta a tres objetivos: pobreza, empleo y desigualdad) y otras políticas públicas en favor de los más desfavorecidos, pero a un ritmo tal que los descontentos todavía son numerosos en 2020 y se expresan diariamente mediante huelgas o protestas. Un ejemplo: el CNA ha prometido la introducción de un salario mínimo desde fines de los años 90 (al menos para ciertas profesiones), ¡pero no entró en vigor hasta enero de 2019!

Según varios informes y  trabajos de economistas (P. Bond), la pobreza afecta crónicamente  los hogares de negros y de personas de color. Los negros también tienen los niveles más bajos de acceso a Internet y al seguro médico (el plan nacional de registro ha tomado mucho tiempo en llevarse a cabo) así como a algunos servicios públicos.

Por último, una de las áreas que ha quedado rezagada particularmente en las zonas rurales es la redistribución de la tierra. Siendo uno de los puntos centrales de la política del CNA en 1994, la redistribución no ha sido apoyada por una verdadera voluntad política: apenas 8 % de las tierras previstas se redistribuyeron en 2019. Ramaphosa decidió convertirlo en una prioridad para reducir el descontento de sectores importantes de su electorado. Es, en efecto, un tema crucial para el futuro.

Estos últimos años han sido marcados por episodios de violencia hacia inmigrantes de otros países africanos. ¿Cuál es el papel de la inmigración en esta economía? ¿Por qué el tema de la inmigración produce debate?

Los inmigrantes representan alrededor del 7 % de la población sudafricana y Sudáfrica es el primer destino de la migración intraafricana (principalmente de la subregión). Según las estadísticas sudafricanas, entre 2005 y 2019, 2,8 millones de extranjeros llegaron a instalarse. El 80 % viene del África meridional, pero también hay numerosos asiáticos, en particular indios, paquistaníes, bangladeshíes y chinos. Un número significativo de ellos son ilegales.

Desde finales de la década de 2000 se ha producido violencia xenófoba en un ambiente de dificultades económicas, de aumento de desempleo y de la pobreza, tanto para los sudafricanos como para los inmigrantes. En 2008, y luego en 2015 y 2019, se produjeron  enfrentamientos que provocaron varias decenas de muertes. Desde el final del Apartheid, los sucesivos gobiernos no han desarrollado una verdadera política migratoria, en nombre de la política de reconciliación nacional y de apertura del país. Se produjo una corriente migratoria originaria de los países africanos limítrofes, atraídos por las posibilidades de ser contratados en un tejido industrial que necesita mucha mano de obra.

Con una persistente tasa de desempleo (29%) y una pobreza importante (alrededor del 68% de la población negra de Sudáfrica), los inmigrantes se han convertido en competidores potenciales en el sector informal, con taxis sin licencia o vendedores ambulantes, pero también para empleos poco calificados. Son una oportunidad para los industriales ya que no cuentan sus horas y no se sindicalizan, siendo que en los sindicatos son especialmente importantes en Sudáfrica.

La sociedad civil (sindicatos, asociaciones, solidaridades étnicas) ha tenido un papel importante en la lucha contra el Apartheid. ¿Qué papel tiene hoy en día? ¿Logra hacerse oír y cómo?

Efectivamente, es una realidad sociológica sudafricana que la sociedad civil siempre ha tenido un papel político de primera categoría. En la época del Apartheid, la sociedad civil supo reemplazar las organizaciones políticas prohibidas como el CNA, y ser un lugar de socialización militante y de resistencia. Luego de la llegada de la democracia, ha continuado como un aguijón que obliga al gobierno a escuchar las dificultades y cambiar sus políticas.

Esto no siempre ha sido fácil ya que muchos de sus activistas también son miembros del CNA, en tanto que sindicalistas, asociativos, etc. Gradualmente, esta sociedad civil se emancipó de la tutela del CNA y se convirtió, como en otras partes, en un receptáculo de reclamos y en un medio para organizar la lucha cuando las promesas se retrasan o son traicionadas. En Sudáfrica es raro que pase un día sin protestas o movilizaciones. Todos los sectores han estado involucrados, con resultados concluyentes en algunos casos, o menos en otros.

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A inicios de los años 2000 las movilizaciones tenían como objetivo principalmente los servicios públicos de base que faltaban (el agua, la  electricidad, la vivienda, etc). En 2001 y durante muchos años, la lucha por una acción política a favor de un tratamiento contra el SIDA  forjó muchos activistas (Treatment Action Campaign) con cierto éxito. Entre los años 2013 y 2018, fueron principalmente movilizaciones contra la corrupción de los políticos lo que marcó la vida social del país, y luego, en 2015/16 la lucha de los más jóvenes por lograr que las matrículas de la universidad fueran gratis, lo que obligó al gobierno a revisar su política.

El país presenta la tasa de incidencia del VIH más alta del mundo.  ¿Es esto una prueba del fracaso del sistema médico?

Según Unitaid, Sudáfrica contaba en 2019 con 7,7 millones de personas que viven con el VIH, de los cuales 4,8 millones recibe un tratamiento antirretroviral. La taza de prevalencia más elevada se encuentra entre los adultos de 15 a 49 años. 10% de las muertes por SIDA y 15 % de las nuevas infecciones de VIH en el mundo se producen en Sudáfrica. Esta situación catastrófica se debe en parte a la actitud de las autoridades, que durante mucho tiempo sostuvieron que el SIDA era un simple invento ya que no existía en el país, lo que favoreció la propagación del virus en todas las capas de la población.

Th. Mbeki mostró en este contexto un comportamiento incomprensible de ignorancia. A partir del año 2000, unas 600 000 personas se infectaban cada año. Relaciones sin protección, jeringas usadas varias veces, todo facilitaba la propagación de la enfermedad. 2001 fue un año crucial: con la conferencia internacional de Durban y la toma de conciencia en el país gracias a la campaña de movilización Treatment Action Campaign que permitió un cambio significativo de comportamiento. A partir de esta fecha, los tratamientos antiretrovirales pudieron llevarse a cabo a precios abordables. Sudáfrica se lanzó en campañas de sensibilización que lograron frenar el contagio de VIH : desde 2010, la cantidad de nuevas infecciones disminuyó en un 49% y las muertes por VIH, en 29%.

En 2019, un tratamiento nuevo (el TLD, una sola pastilla que reúne tres antiguas) fue presentado por el Ministro de la Salud sudafricano, el cual recibe el apoyo financiero de Unitaid. Este tratamiento asequible – 75 dólares US al año por persona – debería permitir a unos  5 millones de personas suplementarias infectadas en Sudáfrica iniciar y sobre todo, continuar el tratamiento.

El país tiene la reputación de ser uno de los más violentos del mundo debido a la cantidad de homicidios y violaciones. ¿Cómo se explica esta situación?

La violencia en Sudáfrica es antigua. Desde la colonización hasta el Apartheid, la violencia del opresor ha marcado la historia del país. La resistencia que se organizó desde los años 50 hasta  en 1990 fue violenta/armada en unas cuantas circunstancias, pero también fue no violenta en otras ocasiones. Si la tasa de criminalidad sigue siendo alta, la historia puede ser en parte responsable, tanto como la degradación de las condiciones socio-económicas de una gran parte de la población. Entre otras cosas, la gran cantidad de armas en circulación (desarme interno poco eficaz y tráfico proveniente de países vecinos), la presencia de pandillas o la delincuencia urbana, sumados, al menos en un primer tiempo, a la laxitud de la justicia y la evidente ineficacia de la policía, han contribuido a su expansión.

Desde el 2008/09, una fuerte voluntad política ha permitido detener el espiral infernal (mayor cantidad de fuerzas policiales, equipamientos de mejor calidad, etc.). Todavía no se ha arreglado todo, lejos de ello, y la prudencia es siempre apropiada en Sudáfrica, más aun en las grandes ciudades. Además, la violencia sexual e intrafamiliar también es un problema que necesita encontrar soluciones.

¿Cuál es la situación de las relaciones entre géneros? ¿Ha evolucionado favorablemente desde el fin del Apartheid ?

En la esfera política, las mujeres han entrado por la puerta principal a la Asamblea Nacional, en el gobierno, en el poder judicial, etc.… así como también en la comunidad empresarial. Sudáfrica puede presumir de haber abierto  espacios en los foros políticos a las mujeres, las cuales los tomaron. Sin embargo, no es una sorpresa cuando sabemos que las mujeres tuvieron un papel importante en la resistencia al apartheid, su participación política y su experiencia  se renovaron al servicio de la política sudafricana.

Sin embargo, en cuanto a las relaciones interpersonales, en 2017, 39.633 violaciones y 6.253 agresiones sexuales fueron señaladas en Sudáfrica. Estas alarmantes cifras llevaron al presidente Ramaphosa a decir «basta de violencia contra las mujeres», pero su discurso no ha logrado traducirse en actos. Los movimientos feministas han ampliamente alertado a la opinión pública, pidiendo que la policía reciba una formación más adaptada, un sistema  de justicia más eficaz mediante la investigación adecuada de los casos de violencia de género y juicios justos para los acusados de esos actos.



Olivier Flumian

Pressenza IPA

Créditos a la foto de cabecera: Soweto, Sudáfrica. / Imagen de Marc St en Unsplash

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