Las medidas del covid-19 nos han situado momentáneamente en niveles de emisión del 2006, muy lejos aún de cero emisiones netas.
Empiezan a aparecer las primeras publicaciones científicas que cuantifican la reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO2) debido a las medidas de confinamiento durante la pandemia del covid-19. Durante la crisis sanitaria hemos observado cómo las medidas por satélite, que estiman las emisiones de gases como el dióxido de nitrógeno (NO2) y de aerosoles (partículas microscópicas suspendidas en la atmósfera), indicaban una disminución importante de las emisiones antropogénicas —aquellas debido a la actividad humana— en las zonas y fechas correspondientes al confinamiento en cada uno de los países afectados. Con todo, aunque existe una correlación entre las emisiones de dióxido de nitrógeno y el uso de combustibles fósiles, la estimación cuantitativa de las emisiones de CO2 hace uso de múltiples fuentes de información.
La importancia del dióxido de carbono se debe a que es el gas de efecto invernadero que más contribuye al cambio climático, seguido del metano. En el caso de dióxido de carbono, al ser un gas con un tiempo de vida medio en la atmósfera mucho mayor que el dióxido de nitrógeno o los aerosoles, una sola imagen de satélite posee contribuciones debidas al transporte atmosférico superpuestas a las emisiones naturales y antropogénicas, y se necesitan técnicas más sofisticadas que la simple visualización de las imágenes para la atribución de las emisiones.
Esta es una de las razones por las que los estudios sobre dióxido de carbono han tardado más en aparecer y se basan en fuentes adicionales de datos. La otra razón, muy importante, es que estos otros datos provienen de las estimaciones y registros de la actividad humana y proporcionan, por tanto, información de las emisiones de CO2 por sectores: consumo eléctrico, actividad industrial, transporte terrestre, transporte marítimo y aéreo, y emisiones en áreas residenciales. Estos datos correspondientes a los meses de confinamiento desde enero a abril se comparan con los datos disponibles para 2019 lo que permite cuantificar el descenso de emisiones. Por otra parte, los datos hasta el 2018 aparecen compilados en la web Global Carbon Atlas.
Un primer estudio en el que colaboran varios centros investigación de todo el mundo, y cuyos resultados preliminares aparecen en el archivo abierto de la Universidad de Cornell, muestra que en el primer cuatrimestre del 2020 las emisiones globales han decrecido casi un 6%, lo que supone un descenso de 542 millones de toneladas de CO2 (Mt de CO2), con notables diferencias regionales y valores de decrecimiento mayores correlacionados con las fechas de confinamiento más severo de los distintos países. Para que el lector se haga una idea de la magnitud del descenso: 542 Mt de CO2, equivaldría a 45 millones de camiones cargados cada uno con 12 toneladas.
En China la disminución de emisiones ha sido cercana al 7%, con descensos más modestos en Estados Unidos (4,9%) y Europa (3%). Globalmente se sitúa entorno al 4%, lo que equivale a 131,6 Mt menos de CO2 en la atmósfera
Por supuesto este descenso hay que relativizarlo, ya que las emisiones totales de CO2 anuales a la atmósfera son mucho mayores. Se estima que en 2018 alcanzaron la cifra récord de 36.573 Mt. Sin embargo, estos descensos no han sido homogéneos ni geográficamente ni por sectores económicos, aspectos en los que se centra este estudio. Si agrupamos los resultados en cuatro partes diferentes sobre consumo de electricidad, sector industrial, sector de transporte y áreas residenciales y comerciales, podemos entender de donde proceden estos descensos.
Dados los datos de producción eléctrica por país, es posible estimar la fracción de energía basada en combustibles fósiles y de ahí la tasa de emisiones de CO2. Esto permite a los autores una estimación del descenso por países: en China ha sido cercano al 7%, con descensos más modestos en Estados Unidos (4,9%) y Europa (3%). Globalmente se sitúa entorno al 4%, lo que equivale a 131,6 Mt menos de CO2 en la atmósfera. Sin embargo, como decíamos, el consumo eléctrico representa solo una parte de las emisiones totales de gases de efecto invernadero a la atmósfera, siendo el transporte y la industria otras fuentes clave.
Existen, de hecho, un conjunto de industrias tales como la producción de acero, cemento o sustancias químicas, a las que se considera responsables del 30% de las emisiones totales de CO2 (sin contar el uso que hacen de energía eléctrica, ya contabilizado antes). El descenso en el caso de la industria de cemento ha sido considerable: un 20% globalmente y cerca de un 30% en los primeros meses del 2020 en China. Los autores estiman que solo esta industria ha dejado de emitir a la atmósfera 48 Mt de CO2 (de enero a marzo del 2020).
El transporte terrestre contribuye con el 20% de las emisiones de CO2 debido al uso de combustibles fósiles. En este caso, la estimación basada en los datos de movilidad de tres redes de control de tráfico globales (Google, Baidu y TomTom) indican un descenso global (en los 132 países analizados) del 8,3% (135.7 Mt de CO2). En Europa, el descenso ha sido del 22,8%, llegado casi al 50% en Italia y al 40% en España.
Globalmente los resultados indican tres fuentes principales de descenso de las emisiones en términos absolutos: industrias con alto uso de combustibles fósiles, transporte terrestre y consumo eléctrico global
El transporte marítimo de mercancías ha bajado también las emisiones un 15%, aunque el transporte de petróleo ha subido por la bajada del precio del barril. El transporte aéreo ha sufrido un descenso importante en su actividad, principalmente en vuelos internacionales. Este, además de las emisiones de gases de efecto invernadero, afecta al clima de modo indirecto debido a las estelas de condensación que deja en la atmósfera, a la emisión de partículas y a la alteración de las nubes en las capas más altas de la atmósfera. Es por tanto un campo activo de investigación de sus impactos en el clima, tal y como aparece reflejado en los informes del IPCC.
Comparado con las cifras anteriores, no se ha detectado ni un descenso ni un incremento notable de emisiones en zonas residenciales, parcialmente debido a que no incluye consumo eléctrico global ya evaluado. La combinación de zonas residenciales y comercios si indica un leve descenso del 3% en las emisiones de CO2 aunque con mayor incertidumbre que otros sectores.
Globalmente los resultados indican tres fuentes principales de descenso de las emisiones en términos absolutos: industrias con alto uso de combustibles fósiles, transporte terrestre y consumo eléctrico global. Y han sido el transporte marítimo, terrestre y aéreo (por este orden) con tasas del 13,3%, 8,3% y 8%, respectivamente, los sectores con un descenso relativo mayor en las emisiones.
Otro estudio publicado en la revista Nature evalúa el pico de descenso en las emisiones diarias durante el periodo de confinamiento en lugar del agregado de todo el periodo. Y propone un valor del 17% al inicio del mes de abril de descenso diario, mientras que los valores agregados para el periodo completo son compatibles con el estudio anterior.
Es necesario apostar por medidas a largo plazo que permitan un descenso sostenido y continuo de las emisiones durante varias décadas y no solo medidas que cubran un ciclo electoral
Es interesante como los autores nos recuerdan que cumplir los acuerdos de París implica alcanzar una tasa de reducción anual entre el 4% y el 8%. Es decir, el descenso en emisiones experimentado durante el periodo de enero a abril del 2020 por covid-19 es el mínimo descenso anual necesario (sostenido durante varias décadas) para cumplir con el Acuerdo y no superar el umbral del 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales.
También indican cómo en muchos países, hasta el momento, las energías renovables no han reemplazado a los combustibles fósiles, sino que se han sumado a estos debido al aumento del consumo de energía, mientras que el transporte en superficie no deja de incrementarse. Recordar además que es posible que exista un efecto rebote y haya un incremento de las emisiones tras el desconfinamiento, como ya existió tras la crisis financiera del 2010 y que se situó en el 5%.
Los datos derivados de la pandemia del covid-19 van a ser una fuente de información adicional a la hora de diseñar políticas de mitigación y adaptación al cambio climático, tanto en el contexto de sociedades con un mínimo consumo de combustibles fósiles, como en la evaluación del bienestar social con parámetros que vayan más allá de la producción y consumo globales. El distinto impacto en las emisiones de CO2 por sectores puede indicar medidas asumibles ya, ahora, para afrontar la crisis climática.
Por ejemplo, el transporte terrestre ha sido un sector clave. Cabe pensar que medidas que aseguren una buena calidad del aire y reduzcan las emisiones pueden adoptarse ahora en las ciudades actuales, incluyendo diseños urbanos que minimizan el impacto ambiental en lugar de maximizar el beneficio privado (por ejemplo, desarrollando zonas que integren en si mismas los diferentes tipos de servicios necesarios y reduciendo así la necesidad de múltiples desplazamientos diarios).
Apostar por productos locales puede reducir un transporte de mercancías que además de contaminar encarece los productos. Del mismo modo, que en los estudios por sectores realizados a tenor del covid-19, la comunidad científica también evalúa emisiones de gases de efecto invernadero por sectores que puedan agilizar los cambios estructurales que permitan afrontar la crisis climática.
Recordar, por último, que las medidas del covid-19 nos han situado momentáneamente en niveles de emisión del 2006, muy lejos aún de cero emisiones netas. Es necesario apostar por medidas a largo plazo que permitan un descenso sostenido y continuo de las emisiones durante varias décadas y no solo medidas que cubran un ciclo electoral. Es necesario por tanto un compromiso de la sociedad en su conjunto.
Ramiro Checa-García
Investigador CNRS francés sobre modelos climáticos y colaborador del proyecto Sentinel-5 de la ESA
El Salto
Créditos a la foto de cabecera: Globalmente, el descenso de emisiones de CO2 por la pandemia se sitúa entorno al 4%. / David F. Sabadell
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