Los gobiernos de muchos países luchan contra una pandemia que ya está significando un desastre económico y social de primera magnitud,… ¿Todos?. Parece que no.
10 millones de contagios en Alemania. Y en su discurso a la nación Angela Merkel hace recaer, con su mensaje, la responsabilidad de los muertos no en los que tienen la verdadera capacidad de luchar contra la enfermedad mediante el decreto de cuarentenas y la intervención en las rutinas de la vida cotidiana y pública, en todos los aspectos necesarios, es decir, los aparatos del Estado y las leyes, sino en las manos de los ciudadanos. Descargo de responsabilidad y aviso de que 10 millones de contagios se esperan.
No solo es la posición del gobierno alemán, en parecidas posiciones se encuentran los gobiernos de países como Brasil, México, Estados Unidos, Suecia o el mismo Reino Unido, donde su primer ministro, el conservador Boris Johnson todavía no ha tomado medidas enérgicas en contra de la epidemia, solo recomendaciones de higiene, de seguridad y de confinamiento de personas mayores ‘bajo su responsabilidad’.
Real Academia de la Lengua:
holocausto
Del lat. tardío holocaustum ‘holocausto, sacrificio con quema de la víctima’, y este del gr. ὁλόκαυστον holókauston.
Escr. t. con may. inicial en acep. 2.
1. m. Gran matanza de seres humanos.
2. m. Exterminio sistemático de judíos y de otros grupos humanos llevado a cabo por el régimen de laAlemania nazi.
3. m. Acto de abnegación total que se lleva a cabo por amor.
4. m. Entre los israelitas especialmente, sacrificio religioso en que se quemaba la víctima completamente.
Quizás este término resulta especialmente duro, ¿les duelen los ojos al leerlo o los oídos al escucharlo referido a ciertas cosas? («qué exagerado!») ¿acaso chirría porque recuerda el exterminio de los judíos por los nazis? Pero, ¿acaso lo que insinúo no concuerda con la acepción general 1? Si les resulta aún así demasiado violento, podemos abordar el tema bajo el concepto de los antiguos griegos.
En la antigua Grecia se sacrificaba a un animal para pedir a los dioses intercesión, o perdón, o las gracias por algún supuesto favor
En la antigua Grecia se sacrificaba a un animal para pedir a los dioses intercesión, o perdón, o las gracias por algún supuesto favor; en el sacrificio parte de los animales degollados se quemaban en el altar divino mientras que el resto era preparado para ser comido por los participantes en el sacrificio, un ritual religioso y social; participar en el consumo de la carne del animal sacrificado congraciaba a todos los comensales y separaba humanos de animales antes los ojos de los dioses.

El análisis ha sido claro. El desastre humano del coronavirus será enorme, y el costo económico será gigantesco, y será aún mayor si se dedican los recursos a pruebas, contención, tratamiento e internamiento de enfermos de distinta gravedad. Y todo el estancamiento económico,… realmente un desastre. Además este virus no perdonará a los mayores, que solo por ocupar esa franja de edad tienen de entrada menos probabilidades de salir bien parados del paso por la enfermedad si la contraen.
El cálculo (para algunos) ha sido fácil. No merece la pena el gasto en sanidad y recursos del Estado y sobre todo no merece la pena quedarse a la zaga de la economía mundial en un posible futuro cercano marcado por la recuperación de la epidemia. El desastre económico y el descalabro de las arcas de los Estados afectados es ya inevitable. Parece que lo que interesa es salir en posición ventajosa en esos tiempos de recuperación, de tal forma que retrasar la paralización de la economía todo lo posible y eludir el tremendo gasto público que supone afrontar la epidemia con las mayores garantías es el objetivo claro para algunos. Amparados en la supuesta inmunidad de grupo que supondría que la mayor parte de la población esté infectada o sea infectada en un futuro inmediato, esperan de esa manera garantizar que la productividad de los países que han adoptado esta estrategia se vea menos afectada que la de los países que están volcando todo su potencial social y económico en la lucha contra la pandemia.
El cálculo (para algunos) ha sido fácil. No merece la pena el gasto en sanidad y recursos del Estado y sobre todo no merece la pena quedarse a la zaga de la economía mundial en un posible futuro cercano marcado por la recuperación de la epidemia
Pero detrás de estas palabras, frías, ¿qué es lo que hay?
El vértigo de descubrir que a día de hoy, en una especie de plot twist distópico, como si de un capítulo de Black Mirror se tratara, los gobernantes de varias naciones han decidido ofrecer en sacrificio a la Economía la vida de miles y miles de sus habitantes. Están escupiendo a la cara de los ciudadanos, sin apenas inmutarse, que muchos de sus familiares van a morir, en un supuesto sacrificio patriótico por un bien mayor, el bien del mejor posicionamiento económico de las naciones genocidas en la línea de salida de la carrera por la recuperación. De hecho cuando algunos dirigentes, Trump, Bolsonaro, Johnson, Merkel… han hecho sus respectivos discursos, sus consejeros de economía ya están levantando los altares…
Se obliga a los ciudadanos a este ‘sacrificio máximo’. “Estamos en guerra” es un lema que se repite desde casi todos los gobiernos de los países más afectados.
Se obliga a los ciudadanos a este ‘sacrificio máximo’. “Estamos en guerra” es un lema que se repite desde casi todos los gobiernos de los países más afectados. En la última Gran Guerra podía ser cierto que los que luchaban lo hacían por la libertad, al menos muchos de los soldados que hollaron los campos de batalla en los distintos frentes estaban convencidos de ello. Existía la verdadera posibilidad de un mundo bajo la bota fascista o libre de ella, al menos por un tiempo. Pero, ¿qué se está pidiendo ahora?. Los que mueran ¿lo harán por una sociedad más justa, más libre, por más democracia, por más libertad?. Nada de eso, lo cierto es que sus vidas se van a sacrificar por un mejor puesto en la carrera que el capitalismo impone en el nuevo orden post coronavirus. No existe una alternativa. La misma o menos democracia, iguales o peores condiciones de trabajo, de vida, de futuro. Morirán por NADA.
De la misma manera que en el sacrificio a los dioses griegos, los gobernantes, grandes sacerdotes del sacrificio, se alejan de los animales sacrificados participando en el ‘banquete’ de los mismos. La sociedad que los sacrifica se ‘beneficiará’ económicamente, suponen, y obtendrá el favor de los dioses del Olimpo capitalista.
Pero lo terrible, lo verdaderamente mareante del asunto es ver cómo todo esto sucede delante de nuestros ojos y nadie, nadie prende ni una sola vela por los sacrificados. Y los que organizan el sacrificio seguirán ahí el día después. Y al siguiente. Y al otro.

Post Scriptum: pensé en otros ejemplos distópicos, La Fuga de Logan, Soylent Green. Ahora no parecen distópicos.
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Crédito de la foto de cabecera: Hércules y el toro cretense. 500–475 a. C. Encontrado en Atenas./ Jastrow (2006)